Uno de los fundamentos por los que Buenos Aires se declaró con derecho a ganar la sede de los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018 recordaba que Argentina era el único país fundador del Comité Olímpico Internacional (COI) que jamás había albergado la competencia.
Sin embargo, casi nadie recordó en estas horas a José Benjamín Zubiaur, ex rector y profesor de filosofía del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay entre 1892 y 1896, único miembro latinoamericano incluido entre los 12 países que fundaron el COI en una célebre reunión del 23 de junio de 1894 en París. Es decir, una de las razones del triunfo de la votación del jueves pasado en Lausana.
Hablamos en esta columna el año pasado de Zubiaur. En rigor, él jamás estuvo en la reunión de la fundación. Acaso tal vez por eso su nombre aparece mal escrito en el texto original. "The London Times" llegó a decir inclusive que era uruguayo. Pierre Fredi de Coubertin, creador del COI, tal vez ni siquiera le avisó a Zubiaur que lo incluiría en la selecta lista de los miembros fundadores, que fue lo más amplia posible, para demostrar que el movimiento olímpico era universal. Escribió textualmente Coubertin en sus Memorias: "tuve absoluta libertad para proceder a la composición del C.I.O. La lista propuesta eligióse íntegramente y en ella figuraban: Vikelas por Grecia; Callot y yo por Francia; el general de Butowsky por Rusia; el coronel Balk por Suecia; el profesor Sloane por Estados Unidos; Jiri Guth por Bohemia (hoy República Checa); F. Kémény (Hungría); C. Herbert y lord Ampfhill por Inglaterra; el profesor Zubiaru por Argentina, y L. A. Cuff por Nueva Zelanda; asimismo, el conde Lucchesi Palli aceptó provisionalmente por Italia y poco después el conde Max de Bousies por Bélgica... Nadie se dio cuenta que habíamos designado a personas casi todas ellas ausentes. Como sus nombres figuraban en la larga lista de los miembros honorarios del Congreso, eran ya bien conocidos y creíanles vinculados en la obra".
Sólo Demetrios Vikelas y Felix Callot, además de Coubertin, habrían estado presentes en la reunión de la fundación. "Los otros miembros ayudaron a dar una imagen internacional del movimiento", escribió el historiador David Young. El grupo estaba formado por aristócratas, militares y académicos. Zubiaur estaba entre estos últimos. Coubertin, contamos el año pasado, lo conoció en un Congreso en París y ambos compartieron su entusiasmo por el modelo de educación física y deportes anglo-estadounidense.
Zubiaur, dijimos entonces, debería ser uno de los poquísimos académicos de la Argentina de fines del 1800 que veía al deporte como una gran herramienta para la educación. Hizo jugar el primer partido de fútbol en Entre Ríos. Este martes se cumplen justamente 123 años de aquel partido, en el que un equipo de alumnos del Colegio Nacional de Corrientes ganó 1-0 a un combinado de británicos. En el equipo ganador jugó Enrique Romero Brest, quien entre 1904 y 1910 se transformaría en un destacado pedagogo, hombre clave en el desarrollo de la educación física en la escuela.
Romero Brest consideraba al hombre como una combinación de cuerpo y espíritu y eliminaba el factor competitivo en su sistema, porque sostenía que si resultaba violento (como en el caso del fútbol) dejaba de ser pedagógico. Le preocupaban tanto el profesionalismo como la excesiva importancia que se les daba a los resultados, por lo que privilegió para la escuela los sistemas gimnásticos de la Europa continental por sobre los deportes anglosajones.
Zubiaur, acaso disconforme porque Coubertin prefirió el perfil de la competencia deportiva antes que la pedagogía, y falto de dinero, no fue a las reuniones en Europa y fue declarado "dimisionario" por el COI en 1907. Los Juegos Olímpicos, tenía razón Zubiaur, derivaron rápido en una competencia mezcla de show, también lejos del ideal que soñaba Romero Brest.
La patria, la política y el dinero se adueñaron de la fiesta y los Juegos son hoy el máximo acontecimiento deportivo, aunque un escalón abajo en cuanto a popularidad respecto de las copas Mundiales de fútbol. Consciente de eso, el COI creó los Juegos de la Juventud, también competitivos, por supuesto, pero en los que sí se recoge al menos algo del viejo espíritu olímpico. Buenos Aires, en rigor, había hecho menos trabajo previo que Medellín, que era la gran candidata y estuvo representada en la votación nada menos que por el presidente del país, Juan Manuel Santos, lo que provocó algunas polémicas en Colombia.
Buenos Aires, en realidad, impuso un mayor lobby y así ganó la votación por la sede de 2018. Paso previo, dice Gerardo Werthein, argentino miembro del COI, a lograr los Juegos mayores, acaso para el año 2028, dos años antes del Mundial de fútbol que Argentina sueña con organizar de modo conjunto con Uruguay. Todo puede ser una gran fiesta. Y, como sucedió recientemente en Brasil con la Copa de las Confederaciones, habrá seguros debates sobre si se debe gastar dinero en escenarios deportivos o en hospitales y escuelas. Será inevitable, aunque a veces pueda tratarse de un debate estéril.
"Los deportistas que nos representarán en Buenos Aires 2018 -dice Osvaldo Arsenio, Director Nacional de Deportes- tienen hoy entre 9 y 13 años, o sea que nacieron en medio de una tremenda crisis económico-social. Hoy la situación es distinta. Tenemos en marcha varios programas que se fueron consolidando en esta última década: más de 100 Centros de Desarrollo Deportivo diseminados por el país y la Escuela Media con orientación deportiva que funciona en el CENARD, de la que ya surgieron medallistas panamericanos y representantes olímpicos".
Crecieron además los Juegos Evita con 14 disciplinas olímpicas y el Programa Detección de Talentos evaluó a más de 1.200 niños de entre 13 y 17 años. "Tenemos que ser optimistas respecto de nuestras chances deportivas en 2018". Es que la prioridad, si se habla de deporte, seguirá siendo siempre participar y no mirar. Es decir, un pueblo que haga deporte, se suba o no a un podio.
Y un deporte que una puentes con la salud y la educación. Como querían Zubiaur y Romero Brest. Mucho más allá del show.